miércoles, 9 de abril de 2014

Dos monedas para Caronte

Velatorios color terracota,
casas de campo en serie;
gente que llora y abraza,
el último adios a su gente.

Impersonales ventanas redondas,
salas blancas de espera;
manos cruzadas en pechos,
los ojos quebrados se cierran.

Piel del color de la cera,
cruces velas y flores,
Calor cerrado, luz difusa
coronas, ramos y amores.

Barniz de lágrimas y penas
espectadores del estado muerto,
mirando un triste cristal
escaparate de te quieros.

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El sol no alumbra a los muertos
de plástico hinchado amarillo,
de sonrisas tirantes y duras
de ojos huecos de olvido.

Barras doradas y luces
alquilan la muerte a monedas;
conversaciones tensas y altas
que contra el silencio pelean.

Voces histéricas de normalidad,
besos y abrazos prestados,
de retratos que no corresponden
de ojos de amor anegados.

Momentos inundan el alma,
el eterno retorno recuerda;
frente a faldones verdes
ataudes frios y penas.

Versos que no son elegía
surgen de los dedos quietos,
diciendo adiós día a día
despedimos a los muertos.

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La muerte es de almidón,
pequeña y arrugada,
rodeada de naturaleza
y resina al sol secada.

Los altos cipreses observan,
a las hormigas de la pérdida,
que giran en carreras de olvido
de blancas vallas y veredas.

El polvo a Gaia retorna,
en latidos minerales del cuerpo,
y una vez enterrados
tranquilos quedan los muertos.


 (- Lunes 7 de Abril -)
   ( - Para M.R.G - )

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